14 Mitos Alimentarios

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Estas son ideas que se mantienen en el subconsciente colectivo, pero no todo lo que uno escucha en la vida es cierto, y lo que vas a leer a continuación te lo demostrara


1. La leche semidescremada es menos nutritiva:
Frente a esta afirmación, bastante común, la realidad es que la aportación de proteínas, minerales y vitaminas es igual o mayor en la leche semidescremada. Pero la proporción de grasa se reduce a la mitad: del 3,3 al 3,5 por 100 en la leche entera pasa a ser del 1,5 por 100 en la leche semidescremada.


2. Las verduras en conserva contienen menos vitaminas:
Lo cierto es que las verduras y frutas destinadas a conservas o congelación se recolectan y preparan en un plazo más breve que las que se cocinan tras su paso por el mercado y el refrigerador doméstico. En realidad, tan sólo la vitamina C se destruye en una proporción importante con el paso del tiempo o el procesado, pero lo mismo sucede en los procesos de cocción y de conservación caseros.


3. El café sólo se digiere mal:
Peor se digiere el café con leche, porque los taninos contenidos en el café precipitan la leche en aglomeraciones más difíciles de disolver, que transitan lentamente por el tubo digestivo. Por eso hay personas que soportan mal el café cortado y peor aún el café con leche. Existe la posibilidad de que el efecto sea distinto según la hora de la jornada en que se consume. Por supuesto, la reacción también depende de los procesos digestivos en curso.


4. Tomar demasiado limón descalcifica el organismo:
El limón tiene, es verdad, un sabor ácido. Pero en su metabolismo no se generan ácidos sobrantes, sino unos residuos alcalinos que facilitan la asimilación del calcio. En el equilibrio ácido-base el limón opera, pues, en contra de lo que generalmente se considera su efecto. Esa es la verdad.


5. Las espinacas son el alimento más rico en hierro:
El mito del dibujo animado resulta ser, en realidad, una verdad a medias. Calculando por raciones habituales en el consumo cotidiano, 120 gr. de hígado de vaca aportan 10 mg. de hierro y un muslo de pavo de idéntico peso proporciona 2,6 mg. de hierro. En 250 gr. de espinacas crudas encontramos 1,7 mg. de hierro, la misma proporción que en 55 gr. de almendras crudas, por ejemplo. Las personas que quieran aumentar su absorción de hierro pueden introducir en su dieta espinacas, pero resultará más efectivo incrementar el consumo de legumbres, frutos secos, carne roja y, sobre todo, filetes de hígado.


6. La naranja es la principal fuente de vitamina C:
La naranja es, indudablemente, uno de los alimentos más asequibles entre los ricos en vitamina C. Pero no es el más abundante en vitamina C, ni mucho menos el único. Entre las frutas, le sacan ventaja el kiwi y las frutillas, en las que existen mayores cantidades de ácido ascórbico. Otras fuentes destacadas de vitamina C son las verduras: perejil, hinojo, pimientos, coles... A propósito de la vitamina C, conviene recordar que se trata del elemento que se destruye con mayor facilidad. Al incluirlo en la alimentación se debe prestar especial cuidado al tratamiento y la frescura de los productos que lo contienen.


7. Comer poco achica el estómago:
Lo cierto es que, si reducimos la aportación de comida paulatinamente, adquirimos el hábito de comer menos, pero el estómago permanece siempre del mismo tamaño. Tan sólo una operación quirúrgica, la resección del estómago, que se practica por razones diversas, desde la existencia de tumores hasta los casos de obesidad verdaderamente graves, disminuye las dimensiones de ese órgano. Por idénticas razones, tampoco es correcto decir que el estómago se agranda cuando ingerimos enormes cantidades de alimentos durante una larga temporada. El tamaño no varía.


8. No es bueno beber con las comidas si se quiere controlar el peso:
Esta recomendación no es válida para todo el mundo, porque cada persona reacciona de forma diferente y porque las distintas composiciones de los alimentos del menú se comportan de distinto modo en su conjunción con los líquidos. En ciertos casos la bebida reduce el apetito y en otros favorece el tránsito de mayores cantidades de alimentos. No se puede, por tanto, generalizar con las afirmaciones de este tipo.


9. Comer fruta no engorda:
En realidad, las frutas son hidratos de carbono, azúcares, en definitiva, y su consumo sin control nunca facilitará el adelgazamiento. Hay que distinguir, además, entre las que son más o menos calóricas. Los plátanos y las uvas aportan en torno a 100 calorías por 100 gr. y se encuentran en el punto más elevado de composición energética. Frutillas, melón, frambuesas y sandía destacan por su bajo contenido en calorías. En escalones intermedios se encuentran los cítricos, manzanas, duraznos, damascos... En cualquier caso, las personas que siguen regímenes adelgazantes deben limitar el consumo de fruta a un máximo de 250 gr. diarios e incluir la aportación de calorías en el recuento total, de la misma forma que si se tratara de cualquier otro tipo de alimento.


10. Después de comer hay que esperar tres horas para meterse al agua:
El famoso corte de digestión parece más aplicable a los tiempos en que se programaban menús gigantescos. Un par de bocadillos consumidos en la playa o en un puesto al aire libre no son en modo alguno equiparables y no representan ningún problema a la hora del baño, siempre que el agua no esté excesivamente fría. Por el contrario, los médicos opinan que resulta contraproducente meterse en el mar con el estómago vacío - antes de desayunar, por ejemplo -, porque si se desencadena una hipoglucemia, o caída de la tasa de azúcar en sangre, puede llegar a producirse un síncope, lo que sí es peligroso.


11. Los adultos no necesitan beber leche:
Error dietético de primera magnitud, porque la leche es uno de los principales alimentos completos en la nutrición humana y sólo deben prescindir de ella quienes manifiestan alergia a la lactosa, que es un número muy limitado de personas. E incluso en estos casos, existen leches especiales que no la contienen en su composición.
Aquellos adultos a quienes no les agrada la leche, han de tomarla bajo otras formas: en cremas, salsas, batidos, platos dulces o salados.
Las mujeres, muy en especial, pueden prevenir, desde los treinta y cinto a los cuarenta años, los efectos de la descalcificación que el déficit hormonal de la menopausia futura puede ocasionarles. Está demostrado que la osteoporosis no incide en aquellas mujeres que mantienen un buen equilibrio en la asimilación de calcio. Todos aquellos que se muestran preocupados por el aumento de peso tienen a su disposición la leche y sus derivados semidescremados, los quesos bajos en materia grasa y otro tipo de preparaciones semejantes.


12. Con una dieta muy severa es posible adelgazar hasta siete kilos por semana:
Tal vez se pueda reflejar esa reducción en la báscula, sobre todo en personas con enorme sobrepeso. Pero la mayor pérdida será de agua y no de materia grasa, que es lo que importa.
Una persona en situación de ayuno total pierde entre 400 y 500 gr. diarios de grasa y masa muscular, como máximo. Las pérdidas de peso espectaculares que se consiguen con las dietas famosas (nada fiables, por cierto) se traducen más tarde en recuperaciones igualmente prodigiosas, en cuanto que la persona que las ha seguido intenta volver a alimentarse normalmente. Una regla resulta inalterable: la pérdida de peso demasiado rápida repercute en alteraciones del equilibrio alimentario y nunca supone una modificación de la estructura corporal de carácter permanente. Vale la pena tenerlo en cuenta.


13. Nada como los concentrados de carne para recuperar fuerzas:
Totalmente falso, porque la aportación de proteína del jugo de carne es apenas un 2%, muy inferir a la mayoría de los nutrientes de construcción (carnes, huevos, lácteos, pescados, legumbres..). Una cucharada de jugo de carne concentrado puede enriquecer, eso sí, un ligero caldo de verduras, pero no llegará más lejos.


14. No se debe comer cuando se tiene fiebre:
Un principio puesto en práctica por la medicina de nuestros antepasados, quienes también utilizaban sanguijuelas como depurativos de la sangre. Ambas técnicas están desterradas en la actualidad. Si un enfermo no tiene problemas ni padecimientos digestivos, debe alimentarse siempre que tenga ganas de comer, sobre todo en estados febriles y de mayor desgaste. Habrá que seleccionar alimentos de fácil digestión y aumentar los líquidos incluidos en la dieta para favorecer la buena asimilación y la eliminación de toxinas. Los niños, en especial, han de mantener siempre una nutrición lo más completa posible durante las enfermedades típicas de la infancia.


Fuente : Buenvivir.org