Red Sonja 03

21:00

Red Sonja 03, la aventura continua


Es sabido que a los hombres les cuesta acceder con objetividad a las tesis feministas y, por lo común, suelen rebatir a una mujer que argumenta sobre su naturaleza social y humana tachándola de amazona o “hembrista” (por contraposición a machista). Y aún más si lo manifiesta públicamente, recurriendo de inmediato a repudiar lo absurdo de su posicionamiento e incluso llegando al rechazo violento...



El machismo sólo cabe justificarlo si adoptamos la postura del antropólogo, por cuanto la mujer siempre ha sido el más rico y plástico de nuestros símbolos. Ella nos ha servido para simbolizarlo todo: nuestro poder, nuestros ideales, nuestro estatus... ¿Cómo no iba a resultar difícil entonces aceptar el hecho de que para que ellas puedan ser un poco más tengan que significar un poco menos para los varones; que sólo podrán alcanzar cierto poder en la medida en que dejen de operar como símbolo de los hombres? Mas, ¡ay!, ese gesto de búsqueda de identidad femenina resulta opaco para los machistas, algo en lo que no pueden verse reflejados, una insurrección de nuestros propios signos masculinos. A los hombres se les hace muy cuesta arriba eso de derrumbar los mitos (la esposa modelo, la doncella delicada, el objeto sexual) erigidos por una sociedad de hombres...
En el nuevo siglo XXI, los hombres, asustados por la certeza de que las mujeres van a obtener por fin lo que les pertenece por derecho, corren a su lado para ofrecerles nuevos valores simbólicos, significados más modernos para que en ellos puedan reconocerse otra vez. Se vuelven pretenciosos hasta el punto de hacer de la mujer símbolo de lo que hay que recuperar: un mundo no predatorio, no tan pragmático, no tan deshumanizado, etc.



La nueva mujer, incentivada desde la contracultura de los años setenta, aparece como el arrecife con el que los nuevos varones encallan sin poder evitarlo. No obstante, ella ha venido representando hasta hoy una función puramente simbólica y, curiosamente, esa función ha sido compartida siempre con la del “salvaje”, la del bárbaro. En efecto, en los períodos racionalistas o ilustrados, el salvaje y la mujer eran el símbolo de la incultura y la barbarie; por el contrario, en los períodos románticos o melancólicos, han resultado ser los depositarios de las virtudes perdidas o sacrificadas por la civilización moderna. Este último es el caso de Conan y, por extensión, de Red Sonja y otros personajes femeninos asociados al cimmerio que enarbolaron hachas o espadas para luchar en la Era Hyboria. Tanto la pelirroja como el jayán cimmerio tienen vicios y virtudes comunes: la falta de control emocional o la consonancia orgánica con la naturaleza, por ejemplo. Pero ella representa esa imagen en grado superior ya que ese descontrol y arraigo lo tiene meramente como mujer y, por otra parte, también es una salvaje, una guerrera como Conan que se sobrepone a él como personaje reivindicativo. Sonja supone la aglutinación de lo salvaje en la mujer y de la fémina como luchadora por una identidad propia.



¿Se concluye que Sonja es feminista, pues? No, porque es una “salvaje” en un mundo de bárbaros que se integra en él como tal, adoptando una actitud romántica ante un mundo plagado de injusticias, no como mujer que trata de resolver problemas de carácter social. Y, tampoco, porque Sonja lucha contra la incomprensión y contra la violencia, mas no con intención de liderar un movimiento contra la brutalidad masculina por razón de haber sido violada de niña, más bien porque odia a los hombres debido a su palmaria brutalidad, simplemente.



Esteban Maroto recurrió a sus habituales herramientas estéticas para vestir a Sonja de un modo algo ridículo, casi hortera, con aquel bikini metálico. Pero es que Sonja iba dirigida a un público lector masculino y esa cota de malla de verano despertaba la libido de sus admiradores, y muchos lo eran simplemente por esa incitación sexual decadente e ingenua al mismo tiempo. O sea, que la tomaron como un arquetipo masculino más, chica-carnosa-y-rebelde dispuesta a ser doblegada por nuestra retorcida mentalidad, algo que le vino de perlas a Frank Thorne, que era muy dado a cierta promiscuidad y a un fetichismo reprobable, y con razón, por parte del sector femenino. Por eso la colección de Sonja fue etiquetada por muchas lectoras como la de una feminista con espada.



Si la espadachina ha parecido una abanderada del feminismo en los cómics, ha sido así porque los hombres se ven en sus viñetas como objetivo de su agresividad sexual. El personaje en sí parece estar por encima de toda esa reflexión sobre el compromiso social o la castración figurada, y se abandona a la aventura. Sonja siempre fue una aventurera, no una activista, se concluye. Es decir, la hyrkania representa, en cierto modo, lo que rechazamos y a lo que aspiramos los hombres: la mujer como representación que nos hacemos de aquello que hemos de recuperar. Y la Sonja que hemos de recuperar es la Mujer, con mayúsculas, la que no nos merecemos.


Fuente : http://www.tebeosfera.com/

Si quieres el numero 03 solo pincha en la imagen